Por mucho que quiera coincidir con Brooke, el carismático personaje de Mistress America interpretado por Greta Gerwig, cuando afirmaba que las series son las novelas del siglo XXI, lo cierto es que no puedo dejar de sentirme culpable por el alto número de horas que le dedico a este formato y lo mucho que me queda aún por leer.
Porque pese a que son muchas las características que unen a las novelas con las películas y las series de televisión, son únicamente los libros los que permiten vivir en otros mundos. Por mucho que me gusten las sensaciones que me produce una buena película, ninguna me hará sentir tan cerca de una bruja como Roald Dhal, o creer que mover objetos con la mente es posible como lo hacía Matilda.
Más adelante me convertí en un pirata en La isla del tesoro, y tras la aventura, ayudé a salvar un mundo fantástico con La historia interminable. El final de la saga de Harry Potter me dejó sin un una magia que se me antojó tan real que ninguna novela me volvió a gustar hasta que di con Los pilares de la tierra y mis ansias por querer más y más me mantuvieron despierto hasta las nueve de la mañana un día de verano, tras ocho horas de lectura ininterrumpida.
Durante algunos años de mi adolescencia dejé de leer para retomar de nuevo este hábito con La judía de Toledo de Lion Feuchtwanger y con Iacobus de Matilde Asensi, que ayudaron a forjar un hábito que sigue conmigo junto a otras obras como La catedral del Mar, Un mundo sin fin, La mano de Fátima, Los tres mosqueteros, la saga Millenium y clásicos latinoamericanos como El Aleph y Cien años de soledad.
En mi formación periodística, me marcaron A sangre fria y El maestro Juan Martínez que estaba allí, una crónica novelada que me transportó a las escenas más cruentas de la guerra civil rusa gracias al testimonio del bailaor Juan Martínez.
No puedo dejar de mencionar los libros que me acompañaron mientras viví fuera: Los libros de Canción de hielo y fuego. El guardián entre el centeno, Mi espectacular ahora, Coral Glynn y otros tantos.
Ahora ha comenzado una nueva etapa en la que leo desde un punto de vista distinto y ello me ha permitido disfrutar aún más de libros como La isla de Bowen y dar con mi libro favorito hasta la fecha: El amor en tiempos del cólera.
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