lunes, 14 de marzo de 2016

Práctica 1. Un pupitre para las nuevas tecnologías: a propósito de algunas herramientas TIC

La rápida evolución de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y de las demandas sociales que se desprenden de ese cambio vertiginoso plantea, sin duda, nuevos desafíos a la sociedad en general y a la educación en particular. Que las TIC se afiancen en las aulas y actualicen la forma de transmitir conocimientos es solo cuestión de tiempo. Es, como no podía ser de otra manera, un cambio inevitable que ya ha echado a andar con paso firme, tan firme que incluso ha dejado atrás a algunos docentes.

A estas alturas no debería ser preciso mencionar las razones por las que cabría esperar una mayor presencia de las TIC en el sistema educativo; más aún cuando los estudiantes de hoy tendrán trabajos en los que la tecnología y el conocimiento tecnológico serán esenciales. Es cierto que muchas veces la utilización de los medios digitales depende de la motivación del profesorado, que con frecuencia se ve superado en formación tecnológica por sus alumnos, pero ahora el docente debe asumir la extinción de la era en la que el profesor era el experto que sabía de todo. Y es que no podemos olvidar que las nuevas tecnologías están en el ocio de los estudiantes que hoy pueblan las aulas de la ESO, y no solo en el ocio, sino también en su rutina diaria. El sistema educativo está obligado a adoptar, por todo ello, herramientas que permitan analizar de un modo realista e innovador aquellas labores docentes para las que tal vez puedan existir soluciones tecnológicas eficaces que mejoren la eficiencia del proceso de aprendizaje o, simplemente, que hagan de la educación un camino de ascensión interesante, animado y distinto.

Los docentes tenemos, en este sentido, muchos motivos para usar la tecnología en las aulas, concebida como un medio —y no como un fin— en el que el profesor es el eje vertebrador. Personalmente, para privilegiar mi papel como facilitador del aprendizaje, procuro siempre recurrir a una serie de herramientas TIC bajo la máxima de hacer del alumno un sujeto activo dispuesto a «aprender a aprender» y a zambullirse en su propio proceso de aprendizaje. Son muy frecuentes en mi práctica diaria, siguiendo esta hoja de ruta, plataformas tan conocidas como Google Drive, Dropbox, Skype, YouTube o Google +, que constituyen una buena estrategia formativa para asentar una enseñanza abierta, flexible e interactiva que el estudiante puede utilizar como medio para compartir, precisar y enriquecer su aprendizaje.

En este nuevo marco comunicativo, la multidireccionalidad juega un papel fundamental. El RSS aparece como un componente de gran utilidad en la sociedad de la información de hoy día. Es un formato que permite suscribirse de manera sencilla y gratuita a los contenidos de un sitio web para que los usuarios puedan recibir actualizaciones de contenidos mediante su programa de correo electrónico o mediante otras aplicaciones web. Hasta el año pasado no conocía el potencial de este recurso, pero ahora lo he integrado en mi formación para, entre otras cosas, paliar la necesidad de perfeccionamiento constante que requiere la sociedad del conocimiento de nuestros tiempos.

Por otro lado, durante las prácticas del máster que acaban de concluir, he partido de algunos recursos TIC para impartir mi unidad didáctica. La elaboración de varias presentaciones con Prezi constituía siempre un buen punto de arranque para adentrar a los alumnos en la narración, con un diseño bastante cuidado en el que, a través de imágenes y vídeos, acercaba a los estudiantes a otros ámbitos más próximos a ellos donde los mecanismos narrativos también hacen acto de presencia (videojuegos, películas, series de televisión, cuentos populares, etc.).

Con un propósito similar inmiscuía en mis clases una herramienta TIC en la que me introdujo mi tutora de prácticas: las infografías con Vennage o Piktochart. Los alumnos, reunidos en grupos, confeccionaban su propia infografía a partir de unas indicaciones sobre el contenido y publicaban en línea sus creaciones para que todos los grupos pudieran compartir su trabajo en un clima de interacción y comunicación que servía de vehículo de aprendizaje y cambio. Y todo ello enmarcado en el fomento de la creatividad y la originalidad que permiten las infografías, un recurso digital que el alumno puede utilizar como medio para la obtención de información, la clarificación de ideas, el desarrollo de una comprensión general y la reflexión y valoración sobre el contenido.

Ahora bien, en el diseño y la puesta en práctica de mi unidad didáctica no solo descubrí una herramienta tan práctica y atractiva como la infografía. En una breve zambullida por la red, tuve conocimiento de la existencia de la aplicación educativa Storybird, una herramienta 2.0 para construir nuestros propios cuentos a partir de una moderna y completísima biblioteca de ilustraciones. Los estudiantes, agrupados bajo una cuenta exclusiva para la clase virtual, podían compartir la dirección web de sus narraciones ilustradas en la aplicación. De esta manera, las narraciones podían ser leídas, compartidas e incluso comentadas o valoradas con un «me gusta», en un entorno motivador y creativo en el que se pretendía que el alumno despertara, a modo incluso de concurso literario, la imaginación narrativa y el gusto tanto por la ilustración como por la creación de universos ficcionales mediante la palabra.

En definitiva, si realmente se desea que las buenas prácticas en el tratamiento de las TIC se consoliden, el sistema educativo en su conjunto debe aligerar el peso estructural que obstaculiza la innovación de nuestras aulas. Debe, en fin, dejar libre un pupitre para las nuevas tecnologías. ¿Dónde, si no es en las aulas, se puede aprender a manejar de forma responsable y crítica la abrumadora cantidad de información y a transformarla en conocimiento?


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