Arturo se encontraba en su aula de paredes de cristal, en aquél edificio romántico en el que tan sólo quedaba en pie su estructura clásica, que abrazaba espacios funcionales y diáfanos propios del siglo XXI.
Sus alumnos permanecían en silencio, deambulando por el aula, tocando objetos que él no podía ver.
Gracias a sus implantes de Google Lenses habían podido viajar a una recreación fidedigna del estreno de La dama boba de Lope de Vega en un corral de comedias. Podían observar la obra, la disposición del teatro, escuchar comentarios de los espectadores. Incluso podían percibir los olores del ambiente.
Les había pedido que vieran la obra en su propio contexto, en un proyecto en colaboración con el departamento de Historia en el que los alumnos se sumergieron en los eventos sociales, políticos y culturales del siglo XVII. Particularmente, Arturo quería que analizaran algunas de las obras clave del Siglo de Oro para invitarles a la reflexión crítica sobre el porqué de los temas y rasgos literarios tratados en aquella época y que fueran capaz de apreciar las innovaciones teatrales introducidas por Lope de Vega.
Arturo había desconectado su implante, necesitaba un tiempo a solas. Pensaba en cuánto había cambiado el mundo desde que decidió convertirse en profesor (llamado de Secundaria en aquel entonces) 14 años atrás y estaba feliz de ver cómo la Educación había abandonado sus rasgos del pasado para, por primera vez desde el siglo XIX, alcanzar la realidad del tiempo en el que se impartía.
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