domingo, 22 de mayo de 2016

En un lugar de la educación...

En un lugar de la educación de cuyo año no querré acordarme, la literatura, desahuciada de su ya renqueante reino, hostigado desde hacía décadas por la sombra del poder, habitará la vorágine blanca y muda del olvido. Pero... ¿cómo decía uno de esos poetas prohibidos? Ah, sí, ya me acordaré de lo que pondrá en esa papelina que compraré: «El olvido está lleno de memoria». Es extraño, sí, pero compraré versos. Los que pueda costearme, al menos. Y los compraré porque la literatura y, sobre todo, los versos estarán en manos de un Ministerio de Asuntos Literarios. Los libros serán un arma... Cargada de poder. La educación literaria que se impartirá en la escuela quedará a merced de una literatura adulterada para automatizar el pensamiento. Los clásicos pasarán por la pulidora de las sombras del poder. Y dirán lo que querrán que digan. Jamás se podrá volver a jugar en el Macondo de las clases de literatura a la vida: las fichas te las moverán antes de que decidas cuál será tu próxima jugada.

La poesía, eso sí, será declarada persona non grata en la escuela. En Colliure, al lado de esa tumba desvencijada en la que solo quedarán las tres letras finales, «...ado», de un apellido en otro tiempo venerado, camellos de versos —o caballos verdes para el sustento versicular, tal y como serán conocidos en nuestra jerga docente— trapichearán con poemas clásicos en su versión original, sin el aderezo del poder. A un «polvo serán, mas polvo enamorado» solo le corresponderá, tras unas buenas dosis de negociación, un «en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada». Y un «dichoso el árbol que es apenas sensitivo» solo se podrá comprar si se canjea por un «hoy estoy sin saber yo no sé cómo». Con esas papelinas que iré consiguiendo haré balancear la imaginación y la emoción de los jóvenes. Con esas papelinas cazadas al margen de la ley cruzaré el umbral de las puertas de las clases de literatura del mañana, esas en las que, por encima del dintel, asomará un cartel que dirá: «Muera don Quijote». 

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